El domingo tuvimos la fiesta de Carnaval. Para terminar, antes de entrar en tiempo de cuaresma, tuvimos nuestro entierro de la sardina. Bueno, como no encontramos sardinas, decidimos enterrar un boquerón.
Pero el animal no estaba por la labor de ser enterrado. Así que salió corriendo por la Gran Via de Hortaleza, seguido de un demonio con cuernos (MartaPé), un espadachín (Ángel), un bufón (Luis), un juez (Rafa), un caballero medieval (Ramón), una reina (Susana) y un ángel sin alas (María Ángeles, el nombre la pega, claro).
El boquerón, cansado de correr, se metió en un bar. Pidió un café y se puso a echar la partida de guiñote con otros animales. El demonio entró tras él y le pinchó con los cuernos. El animal se refugió en la sartén y el juez le condenó a ser frito. Estando en el fuego, el espadachín le cortó la espina, el bufón le contó un chiste, la reina le puso una corona de laurel, el caballero le abrió por la mitad y el ángel se lo comió.
Total, que el entierro se sustituyó por una comilona de boquerones. Había que aprovechar que ahora entramos en cuaresma, y no se puede comer carne. Que nos aproveche, amigos.
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