miércoles, 10 de julio de 2013

Un torero rarito

             Hoy vamos a contar una corrida de toros muy peculiar. Todo lo que ocurrió ha salido de nuestra imaginación. Allá vamos:

     Los toreros llegaron a la plaza en un coche de bomberos. El semáforo estaba en color violeta, y no pudieron pasar. Los metieron por las alcantarillas. Había mucho agua sucia, el traje de luces se manchó, y se convirtió en traje de sombras guarras. En el paseíllo desfilaban todos los matadores pinchados en un palillo de dientes gigante, y la gente les lanzaba botes de desinfectante.       

       Uno de los toreros usaba de capote una cazuela. De montera se puso una sartén. Salió el primero de la tarde (y el único), la gente tiraba jarras con sopa de verduras encima del toro para lavarle las pezuñas. El picador, en vez de caballo, iba montado encima de unas gafas de sol con patillas. Picó al toro con una espumadera, y el público aplaudió con las orejas. En lugar de banderillas, le clavaron dos tenedores de goma. Un subalterno puso dos tartas de nata y chocolate en los cuernos, y los monosabios se lanzaron a comérselas. El maestro brindó su faena a una bandera pirata lanzando un mortero con ajo machacado y salsa kepchup. 

         El toro, en vez de cuernos, tenía dos cucharas de madera. Lo tenían que matar con la batidora y descabellarlo con un tostador de pan, pero les dio pena y fue indultado. El animal fue arrastrado con un carrito de helados, encima de una manta zamorana, tan agustito. El público en vez de pañuelos, agitaba sábanas pidiendo cortar la oreja... del presidente, que era de plástico, y el rabo... del torero, que resultó ser una bengala.  Todos se rieron mucho y se fueron a celebrarlo a los toriles, con una paella. ¿De marisco? No, de rabo de toro.

(Disparate cómico inventado por Isabel, Paloma, Irene, Nuria, Marta P., Angelines, Susana, Teresa, Andrés, Pablo, Ramón de Lara, Luis, y Pepe Varona.)

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